En el balcón
de mi ventana corren las hojas secas que
dejó el viento de aquel desierto que patea la pelota de juego que terminó en el rascacielos del edificio que
fue demolido y tirado sobre aquel viejo anuncio publicitario de cigarros
encendidos en corazón del closet que está en mi balcón lleno de avisos
clasificados como una enfermedad que aún no tiene antídoto, como el cantar de
esa roca muda en medio del silencio en la autopista de la carretera del cielo,
donde un sapo puede ser un zapato con los cordones sueltos.